Cuento corto 54 — Cállala

Jesse Avilés
18 min readOct 27, 2023
Un panal de avispas con una avispa asomada en la entrada del panal

La lluvia caía sobre la brea caliente levantando un vapor que cocinaba lento. El agua se escurría por su pelo encaracolado. Zahíra escuchaba los murmullos de la gente a su alrededor.

“Escucha, le gente quiere irse.” Le dijo a Nicole.

“Es que la lluvia esta fuerte y no parece que vayamos a hacer mucho.” Le contestó esta.

“Pero es que es agua. Eso no es na’.” Zahíra miró a su alrededor buscando un toque de esperanza. La gente estaba harta y también cansada. El esfuerzo era mucho y la posibilidad de cambio muy pobre. Algunos empezaron a caminar en dirección contraria de la marcha. Viendo los muros que dividían la carretera, se trepó en ellos.

“No se vayan”, dijo, sin mucho empuje detrás de su voz. Alguno que otro se volteó en su dirección. “No se vayan”, repitió con fuerza. La gente se detuvo a su alrededor. “Por lo menos ya no se van,” pensó.

“Esto es agua. Se seca tan pronto nos salgamos de ella. Pero no cambia lo que pasa en la Fortaleza. Ya estamos aquí. ¿Por qué volver sin completar lo que vinimos a hacer?” Comenzó a caminar en dirección de la casa de gobierno. Los demás pies le acompañaron. “Nos quieren ver la cara y si nos regresamos le decimos que puede hacer lo que le dé la gana. Yo no veo cuatro zánganos aquí. Yo veo gente que quiere echar pa’l frente, gente que brega duro. No te quites. Si te quitas, ganan. Miren pa’l la’o. Todos aquí quieren ganar. Nadie quiere regresar, saber que pudieron partir al tipo ese y que se echaron pa’tras.” La gente la seguía mientras hablaba y caminaba. Ya nadie se regresaba. El grupo se hizo más denso poco a poco. Vociferaban y cantaban consignas. Unos cuantos bailaban y muchos sacaban sus celulares grabando lo que pasaba. Alguien parafraseó y armó una consigna que los acompaño todo el camino.

“El agua se seca. Cambia la Fortaleza.”

Llegaron a la casa designada y gritaron más duro.

Al día siguiente, temprano, Nicole la llama. “Pon las noticias.” Zahíra va al televisor de la sala. “Válgame, soy yo.”

“Escucha lo que dicen.”

“Ayer, mientras la lluvia caía, la ciudadanía mostró su descontento marchando a la casa del gobernador. En un momento de la marcha este grupo parecía perder la esperanza del cambio. Sin embargo, observen como está mujer les alienta. Su ánimo es palpable. El grupo continúa hasta llegar al grupo principal uniendo sus voces reclamando justicia.”

Nicole se ríe diciéndole “Eres famosa.”

Al final del día Zahíra pensó que Nicole no estaba equivocada. Sus redes estaban a reventar con comentarios de gente de la marcha. Gente que mencionaba como les había dado esperanza para continuar caminando. Gente que repetía la consigna y creaban memes con ella. Gente que ni siquiera estuvo en la marcha y se solidarizaba con ella. Gente que pedía su opinión en una madeja de situaciones.

Varios días más tarde, las cosas continuaban iguales en la Fortaleza y se empezaron a escuchar rumores de otra marcha. Algo que fuera más grande que la anterior. Sus redes volvieron a aumentar su actividad. Su nombre fue corriendo de boca en boca buscando en ella su líder.

“Nicole, esto es un montón. No tengo la más mínima idea de que quieren que haga.”

“Lo mismo que hiciste. No te están pidiendo mucho. Yo voy contigo y si las cosas se ponen difíciles nos vamos.”

Después de discutirlo un rato más, Zahíra decidió enviar un mensaje donde indicaba la hora y el lugar donde comenzar la nueva caminata.

Llegaron temprano al lugar de la reunión, una de esas pequeñas plazas a varios bloques de la Fortaleza. Ya había gente esperando y tan pronto la reconocieron se empezaron a juntar a ella. Encontró también uno de los noticieros en el área. Las manos le sudaban casi tanto como las axilas. No sabía si era el nerviosismo o el calor que hacía. Saludo a la gente y habló un poco. Se sacó varios selfies con la gente en la plaza y se le secó la boca cuando la gente del noticiero se le acercó.

“¡Hola! Soy Amanda Díaz del canal 7. Nos gustaría hacerte una entrevista.”

Zahíra no reconocía a Amanda, aunque en realidad ella no estaba muy pendiente de los noticieros hasta ahora. Accedió y el camarógrafo le indicó donde pararse y varias instrucciones adicionales.

“Buenas tardes. Soy Amanda Díaz de Tele Siete. La tarde continúa con las protestas en contra del gobernador. La gente va llegando cerca de la Fortaleza. Me encuentro con Zahíra Valle, una de las líderes de un grupo de protesta. Zahíra, ¿Qué esperas conseguir con tu protesta?”

¿Líder de qué? Se preguntó Zahíra. Yo ni conozco a esta gente. “Queremos que el gobernador renuncie. Necesitamos alguien que nos respete, que no ofrezca nuestro patrimonio en contratos a sus amigos o corporaciones. Queremos enseñarle que estamos pendientes y no le dejaremos pasar estas barbaridades a el ni a ninguno de los que están o que vengan.”

“¿Piensas quedarte en esta área? Veo que tienes un grupo grande.”

Al voltearse, Zahíra observó que la gente había aumentado. Quizás había cien personas. “No. Marcharemos hasta la Fortaleza. Desde aquí no nos pueden escuchar. Es un reclamo pacífico y contundente. Es un reclamo que lleva nuestro hastío y descontento. Queremos un cambio ya.”

“Muchas gracias. Escucharon a Zahíra Valle sobre la marcha de hoy. Soy Amanda Díaz en Tele Siete.”

Amanda le pidió su información de contacto y se despidió. Zahíra vio que el grupo continuaba creciendo. Nicole se le acercó.

“Es hora. ¿Qué hacemos?”

“Vamos a caminar.”

Comenzó a caminar y la gente la siguió. Se empezó a escuchar la consigna del agua. Luego alternaban con otras más. Según caminaban por las calles el grupo creció. Absorbieron gente de calles colindantes e incluso gente que estaba más cerca le abrió paso llevándola justo a uno de los frentes. La gente la saludaba, le ofrecía la mano y hasta abrazos. En una ciudad vieja las calles son estrechas y estaban llenas a reventar. Se encontró frente a una muralla azul. No se sentía preparada para esto. Por más rabia que sentía no quería una reyerta. Le pusieron un altoparlante en las manos.

Se detuvo a diez pasos de la policía. Se pensaba en un duelo de vaqueros, de esos de las películas viejas. Miró a cada uno de ellos, pidiéndole con los ojos que rompieran filas y la dejaran pasar. Al fin y al cabo ellos también sufrían los sinsabores de los gobernadores. Su mirada se detuvo en aquel que llevaba insignias diferentes a los demás. Aunque ella no sabía los rangos, la diferencia significaba algo. Encontró solo una muralla adicional. Levantó el altoparlante a su boca.

“Quietos aquí. Que sientan el miedo de saber que el huracán está cerca.” Y empezó a recitar consignas.

“Salte de Fortaleza o te sacamos de cabeza.”

“No hay trompo ni cabuya. No te sales con la tuya.”

“Café malo flota. Acepta tu derrota.”

“El agua se seca. Llegamos a Fortaleza.”

La tarde dio paso a la noche. Y más gente llegaba y se unía. Nada se sabía del gobernador y varios cambios de policías habían pasado. Zahíra sentía como si tuviera una bomba en las manos. Varias veces la gente se acercó a la línea policial gritando insultos y haciendo amagues de pelea. Era como ver cuando a un perro se le eriza el lomo. Entre ella y otros más lograban caldear los ánimos en esos momentos, pero cada vez se hacía más difícil. Al filo de la medianoche, se le volcó la vida.

Se escucho una explosión y se vio humo en el área de la policía. El rugir de una orden soltó las cadenas de los policías. Estos avanzaron sobre la gente repartiendo macanazos, defendiéndose con sus escudos. La gente no se quedó quieta, unos huyeron, otros avanzaron y otros más pidieron calma sin oídos que los escucharan. Zahíra junto a Nicole fueron zarandeadas como muñecas por la muchedumbre. Cayeron y fueron pisoteadas. Al estar al frente recibieron la furia de alguna macana o puño y algún empujón de escudo. Para ella, el caos se había liberado y se encontraba riéndose entre los cuerpos febriles de los manifestantes y policías. Al día siguiente, los noticiarios internacionales cargaban la noticia del motín. Nadie sabía claramente quien o que lo había empezado. Claras fueron las heridas de ambos lados. Nuevamente marcharon en la tarde.

Una semana más tarde, el gobernador renunció.

*-*

Zahíra recordaba la marcha de hace cinco años atrás frente a un grupo comunitario.

“Yo estuve al frente porque estaba harta. En ese momento no lo entendía. Pero muy adentro de mi lo sabía. Ustedes también lo saben. Por eso están aquí. Sienten que la creación de este centro comercial no va de acuerdo con sus necesidades. Otra vez el gobierno olvida sus necesidades por la de los grandes intereses. En vez de limpiar las quebradas para evitar que se inunde la comunidad, van a impermeabilizar estos terrenos. Eso solo hará que las inundaciones sean peores.”

Mientras ella hablaba, un hombre flaco la observaba. Tomaba nota de como hablaba, sus inflexiones y pausas, muletillas y tempo. Tenía una caja pequeña de madera en las manos. La frotaba y golpeaba según Zahíra hablaba. Llevaba también lápices de colores y hacía pequeñas esferas de un color que reflejaba la piel de Zahíra. No dijo nada en ningún momento. Todos parecían ignorarlo. Zahíra lo observó desde el frente mientras el movía su cabeza al compás de una música que por lo visto solo el podía escuchar. No le daba buena espina. Mirarlo le daba una sensación de enfermedad. Ella, sin embargo, venía a otra cosa. No le hizo más caso y siguió con su presentación.

Al acabar la reunión comunitaria, el hombre fue hasta el área donde Zahíra habló. Tomó un pequeño caracol del piso y lo colocó dentro de la caja. Poco después de que salió de la presentación de Zahíra, el hombre recibió una llamada. La contestó sin hablar.

“¿Cómo te fue? ¿Tienes lo que necesitas? ¿Para cuándo estará listo?”

“¿Qué fue lo que dije? ¿Acaso no estuvo claro?”, respondió el hombre con un gruñido de cautela.

“Disculpa. No quise apurarte ni cuestionarte. Solo, solo cállala.”

El hombre colgó sin responderle. No tenía por que hacerlo. Al fin y al cabo, él tenía el poder y no ellos. Las cosas estarían listas cuando el lo dijera y no antes.

*-*

Un año más tarde, Zahíra se encontraba recibiendo un premio de su gremio de ingenieros. Recibía un reconocimiento como una de las mejores ingenieras jóvenes del país. Fue parte de un grupo que había mejorado un proceso en la farmacéutica que trabajaba. Ese proceso ahora se implementaba a nivel mundial y desde aquí se enviaba la gente que capacitaba a todos los demás grupos a nivel mundial. Su trabajo comunitario también resaltaba. Su interés en el medio ambiente la llevaba visitar comunidades en todo el país. Les ayudaba a entender las reglas a las que se enfrentaban y organizarse de manera efectiva.

“Gracias,” dijo en el podio y sintió que se le secaba la boca. Tomo un sorbo de agua y continuó.

“Gracias por este premio. Mi esfuerzo es un efecto comunitario. Tanto en mi trabajo como en la comunidad. En conjunto podemos,” tose, “atender los problemas que enfrentamos.” Tose. “Los problemas tienen diferentes caras,” tose, “y solo podemos verlas todas,” tose, “si unimos nuestros puntos,” tose, “de,” tose, “vista.” Tose. “Disculpen.” Tose.

Bajó del podio mientras Héctor y Nicole se le acercan.

“¿Estás bien?” Preguntó Héctor. Zahíra logró decir que si seguida de tos. Nicole le acompañó al baño pues esta vez la tos no se detuvo rápidamente.

“No te sientes con fiebre ni te ves enferma. ¿Te sienes mal?” Zahíra negó con la cabeza. Después de un minuto de toser no se atrevía más que a respirar. Esperó varios minutos más.

“Creo que,” tose, “ya.” Seguida de otro minuto de toser sin parar. Nicole le pasaba la mano por la espalda para intentar darle algún alivio. “Por lo visto no.”

Héctor las esperaba al salir del baño.

“¿Mejor?”

Nicole le responde. “Está que no puede ni hablar. No la sentí con fiebre y me contestó que no se siente mal.”

“¿Nos vamos?”

Zahíra negó con la cabeza. No se sentía mal, era solo la tos. Pasaron la noche en la fiesta y ella no dijo una palabra más.

El hombre flaco, esta vez vestido a la altura del evento, la observaba desde lejos. Llevaba la caja en la mano. Esta vez la caja tenía unos huecos a los lados y había sido pulida hasta sentirla sedosa. Estaba pintada de un color que se confundía con la mejilla de Zahíra. Dentro de la cajita había varios caracoles más. Zahíra se volteó en su dirección y sus ojos se cruzaron. Mantuvo su mirada varios segundos más antes de girarse e irse de la fiesta. Ya fuera del establecimiento marcó un teléfono. “Listo.” No escuchó la respuesta mientras colgaba la llamada y tosía desenfrenadamente.

*-*

Varios meses después, Zahíra seguía sin respuesta a su extraña tos. El especialista no encontró ningún problema en su garganta o pulmones. Su problema era tan sencillo como intrigante. Si hablaba, tosía. Vivía a través de monosílabos y aún estos la aquejaban con la tos. Se sentía irritable por la dificultad en la comunicación. En su trabajo se sentía impotente al no poder expresarse como antes. Por suerte mucha de la comunicación era escrita. Aun así, empezó a aislarse.

*-*

Seis meses más tarde, seguía sin mejorías. Héctor le sugirió tomar clases de señas. Así al menos podría comunicarse más libremente. Cierto es que no conocían a nadie que se comunicara en lenguaje de señas. Le pareció buena idea. Ahora que lo pensaba ella nunca se había fijado en la necesidad de esta comunidad. Si. Héctor le ofreció una buena idea. Empezó a sentir nuevamente esa sensación que le llegaba cuando se esforzaba en ayudar a una comunidad. Se sonrió de un gusto que pensaba perdido.

*-*

Medio año más había pasado. Las clases avanzaban, pero no tan rápido como quería. Héctor la acompañaba sin faltar. Nicole también se apuntó a las clases y convenció a Jorge de hacer lo mismo. Un día después de la clase, Nicole los invitó a su casa.

“Zahíra, tenemos buenas noticias. O por lo menos eso creo. Dile Jorge.”

“Tú sabes que soy profesor de computadoras y me especializo en inteligencias artificiales. Resulta que quisiera hacer un experimento contigo. Quiero entrenar una IA con tu voz.”

“¿Cómo es eso?” Señaló Zahíra.

“Tú tienes un millón de videos en tus redes. Yo puedo tomar esos videos para entrenar una IA a que cuando se le de texto, lo lea y suene como tú. Si escogemos aquellos con buena calidad de audio, yo creo que se puede hacer. Tengo varios estudiantes de maestría que pueden usar este trabajo como su tesis. Además, si te llaman podemos ajustar el protocolo TTY para que sea tu voz la que conteste.”

“¿De verdad? Suena bien.”

“Tomará un tiempo. Quizás como de seis meses a un año en lo que logramos el entrenamiento y la interfase a usar.”

Jorge le hizo la noche. Regresó más ligera que lo que se había sentido en mucho tiempo.

*-*

Siete meses después, Zahíra escuchó su voz nuevamente. La IA realmente sonaba como ella. Esta era la cuarta prueba y aunque faltaban varios ajustes adicionales, la usarían para crear un post en sus redes.

“Hola. Me escuchan nuevamente. No es un truco. Es un avance que quiero compartir con todos. Entrenaron una IA con mi voz y es un avance que quiero utilizar para ayudarlos también. Continuaré el trabajo que me trajo hasta aquí utilizando esta nueva herramienta.”

El video continuó utilizando lenguaje de señas y coordinaron la narración con su voz. El alcance fue mayor al que tuvieron alguna vez. La gente se comunicaba con ella y le contaba la esperanza que les ofrecía. Como ella no se rindió, ellos tampoco. Ella buscó una mejora así que ellos también buscaban mejoras. Ella no se quedaba cruzada de brazos así que la gente se fajaba. Su alcance en las redes surgió como una ola. Prontamente surgieron los llamados para que se levantara como gobernadora.

*-*

“Héctor, tú sabes que no me gustan ninguno de los partidos tradiciones. El partido nuevo tiene algo que me llama.”

“Tú eres la que escoge. Ellos son los que ganan si te les unes. Mira toda la gente que está detrás de ti. Bueno, si es que los seguidores terminan votando.”

“Tú sabes que eso es parte de mi mensaje.”

“Exacto. Toda la gente que perdió la esperanza en el proceso ahora lo ponen en ti nuevamente. Solo te faltan dos años para tener la edad mínima para legisladora. Realmente ya te decidiste por el nuevo. Es cosa de que le respondas el mensaje. Y yo creo que pronto. Aunque la gente te conoce, todavía tienes que hacer campaña.”

Tres días más tarde salió el anuncio. Cuatro meses después era la candidata al frente de la carrera. En dos años se convirtió en legisladora. Casi dos terceras partes de los votantes le dieron su voto. Cuatro años después fue reelecta de la misma manera.

*-*

“En este cuatrienio ella tendrá la edad mínima para ser gobernadora. Eso no nos conviene. Tiene mucho más alcance que cualquiera de ningún partido. Estamos sangrando gente. Solo nos quedamos con los de la mata. Escuché que tienes una solución.”

“Conozco a alguien que puede hacer un trabajo para sacarla del medio.”

“¿Cómo que un trabajo?”

“Quieto. Esta persona es un brujo. Puede aquietarla para tumbar su avance.”

“No me vengas con pendejaces. Necesitamos algo de verdad.”

“Hazme caso. Yo era como tú. Sin embargo, ya aprendí. Esta persona ya trabajó sobre ella una vez. El problema de la voz fue el quien se lo dio.”

“Y ya viste como funcionó.”

“Bueno, el trabajo funcionó. Ella encontró una forma de sobrepasarlo, pero el trabajo funcionó. Además, tú lo que necesitas es que ella no pueda seguir al frente para gobernadora. Le tomará tiempo encontrar alguna forma de arreglar el problema que él le dé.”

“¿Cuánto por el trabajo?”

“$100,000 para empezar y luego una mensualidad para el mantenimiento.”

“Pero tú estás loco. No hay forma de que pueda darle eso.”

“Pues no hay nada más que decir.”

*-*

Un año después el hombre recibió acceso a una cuenta con $100,000. Al día siguiente compró un bloque de majó de primera. Lo corto en varios pedazos para formar dos manos rudimentarias y una caja. Lijó cada pedazo hasta dejarlo sedoso. Armó la caja y le colocó una almohadilla en el fondo. Tomó los pedazos de la mano. Unió cada pedazo que formaba los nudillos con un gozne que fue colocado con precisión milimétrica. Trabajaba en las piezas como si fuera un relojero de mecanismos finos. Avanzaba a paso lento, no más de un dedo por día. Una vez ensambló las manos, las colocó dentro de la caja y esperó una vuelta de luna. En ese tiempo buscó donde Zahíra se presentaría y planificó visitarla. Preparó también un espacio al lado de la caja de voz.”

*-*

El hombre llegó a la cancha donde Zahíra se presentaría. Se fue por los alrededores y empezó a buscar hormigueros. Encontró dos que se veían aceptables. Marcó su localización mentalmente y esperó a que comenzara el evento.

*-*

Zahíra ayudó a conectar su equipo al sistema de sonido. En eventos pequeños como este, le agradaba que la gente la viera haciendo cosas que parecían pequeñas. Ayudaba a crear una conexión con ellos. A fortalecer su mensaje de que muchas pequeñas obras crean una grande.

“¿Lista?”, le preguntó en señas Nicole.

“Si. Ya conecté el equipo. En diez minutos podemos comenzar para estar en tiempo.”

“Ok. Las dos preocupaciones grandes son el precio de la electricidad y oportunidades de trabajo. Las dos preocupaciones del área son mejoras a la escuela elemental de la comunidad y el tendido eléctrico. Creo que puedes pedir una lista de las áreas peores del tendido eléctrico para luego averiguar los planes de la compañía de luz.”

“Me parece bien.” Zahíra detuvo su vista un momento sobre un hombre esquelético. Algo le era familiar pero no recordaba que. No le dio más tiempo y continuó preparándose.

Tan pronto Zahíra comenzó a hablar, el hombre se escabulló hasta los hormigueros. Sacó las manos de las cajas y las tiró en ellos. Rápidamente las hormigas las cubrieron, embravecidas por la destrucción de su hogar. Cuando Zahíra terminó, el hombre tomó las manos, con todo y hormigas, y las metió en la caja.

*-*

En la segunda visita, el hombre volvió a llegar temprano y comenzó su búsqueda de hormigueros. Viendo los alrededores, divisó un bulto marrón en uno de los árboles. Se acercó para confirmar lo que creía ver. Comején. Buscó entonces los túneles que se asemejaban a venas llenas de podredumbre. La sonrisa casi le llegó a las orejas cuando vio que llegaban al área del discurso. Se sentó a esperar que Zahíra llegara. Zahíra llegó con Héctor a la cancha.

“Bueno Za, se supone que Paco y Marta ya estén aquí. Los buscamos y tienes como 20 minutos con ellos. Te aviso entonces para empezar la reunión. ¿Algo más?”

Zahíra se frotó las manos mientras le contestó: “No sé si son los nervios pero me empezó un picor en las manos.”

“Siempre me parece un poco gracioso que te pongas más nerviosa aquí que en el Capitolio. ¿No tendrá que ver con el embarazo?”

Ella colocó su mano sobre su abdomen. “No se. Me echo un poco de crema y seguimos.” Héctor le dio un beso y se bajó del carro. Miró a su alrededor y le abrió la puerta. Se tomaron de la mano y salieron a buscar a Paco y Marta.

El hombre los vio bajarse del carro. Los siguió con la vista según fueron a hablar con la gente de la comunidad. Observó como Nicole se frotaba un poco las manos. El hombre la observó unos segundos más y fue hacia el comején. Sacó las manos de la caja y las enterró en la bola marrón. Los comejenes arroparon las manos casi instantáneamente. El hombre observó casi con cariño por varios momentos. Regresó a la cancha y se sentó. Buscó en la bolsa la otra caja, la caja de voz, y esperó a que empezara la reunión. Repitió el golpeteo de la caja como tantas otras veces lo había hecho. Al acabar la visita retiró las manos del comején y regresó a su casa. La próxima visita era la más difícil. Necesitaba conseguir varios ciempiés.

*-*

Zahíra llegó a la escuela donde sería la reunión. Observó al hombre flaco y un dejo de reconocimiento le llegó. Estaba segura qué lo había visto en la reunión anterior. También le parecía que lo había visto en otras reuniones. No recordaba que dijera algo en ningún momento.

“Héctor. Nicole. ¿Ven a ese señor allá atrás? El bien flaco. Me parece que lo he visto varias veces, pero nunca dice nada.”

“¿Quieres que hablemos con el?” preguntó Nicole.

“Al final. Deja que terminemos la reunión y después vemos que quiere.”

El hombre no se dio cuenta que Zahíra notó su presencia. La escuela hacía difícil la última parte de su encantamiento. Tenía tres ciempiés en la caja. Había mucha luz lo cual no permitía que las sombras ayudaran a esconder los efectos. Cerca de que Zahíra acabara su presentación el hombre se movió a la esquina más apartada del salón. Respiró hondo y metió la mano en la caja con los ciempiés. Sintió sus patas moverse sobre su antebrazo, como un tren de pequeños alfileres. Su corazón se aceleró y sintió varias gotas de sudor correr por su espalda. Distintivamente sintió los colmillos de los ciempiés cerrar sobre su piel varias veces. Tomó toda la voluntad que tenía para no lanzar la caja a través del salón, gritar y salir corriendo. El dolor se sentía como si arrastraran carbones encendidos a través de sus venas. Sacudió los ciempiés de su mano y cerró la caja. Al volver su atención a la reunión vio que había acabado pero sus problemas empezaban. Zahíra, Hector y Nicole venían hacia él.

“Buenas noches. Te he visto varias veces, pero no hemos hablado. ¿Tienes varios minutos para conversar?” Héctor tradujo el lenguaje de señas de Zahíra.

El hombre se sintió atrapado. “Estoy bien. Gracias.” Respondió mientras sus ojos se aguaban. Apenas evitó gritar de dolor.

“Parece que estás pasando por un mal rato. Vamos, podemos escucharte…” Zahíra abrió los ojos bien grandes. Alrededor del hombre, se formó un halo donde se perdía el color. Una sombra decolorada, similar al hombre, se desprendió de él. Los únicos rasgos reconocibles eran dos ojos del tamaño de huevos. Tenían un color marrón gris, como la cáscara del tamarindo. De ellos salieron hormigas, comejenes y ciempiés. Corrieron y se concentraron en sus manos.

Héctor y Nicole se voltearon hacia el hombre buscando lo que había asustado a Zahíra.

“¿Zahíra?”

Zahíra llevo una mano a su boca ahogando el grito que le provocó lo que veía. Sintió las manos de Héctor sobre sus hombros.

“¿Za estás bien? ¿Qué te pasa?” Preguntó Héctor.

“¿Te busco algo?” Ofreció Nicole.

Zahíra centró su atención momentáneamente en Héctor y Nicole. Al fijarse en el hombre nuevamente, vio que lágrimas bajaban por su rostro. La sombra no estaba por ningún lugar.

“No, no. Estoy bien. El señor está llorando. Pregúntenle que le pasa.”

Héctor y Nicole se voltearon hacia el señor.

“¿Está bien? ¿Le buscamos algo?”

“Estoy bien. Solo me conmueve escuchar su mensaje.” Respondió el hombre mientras recogía la bolsa y se dirigía a la salida.

“Ese tipo no me da buena espina. ¿Estás mejor?” Dijo Héctor.

“Si. Vámonos.”

Al otro día Zahíra sintió un hormigueo en sus manos al hablar con Héctor. Al continuar hablando, el hormigueo cambio a ardor y picazón. Se detuvo y metió las manos en el agua fría para calmarlo.

Preocupado, Héctor le pregunta. “¿Estás bien?”

Ella responde con un gesto de la cabeza, indicando su desconcierto, levantando sus manos. Héctor toma sus manos, las seca y observa.

“No veo nada extraño en ellas. ¿Te duelen?”

“Me arden y me pican.” Respondió mientras las sacudía buscando algún alivio.

“Te busco crema a ver si te ayuda.”

Una semana después consiguieron una cita con un dermatólogo y un reumatólogo. Luego de varias pruebas, ninguno pudo encontrar una razón que explicara su problema.

*-*

“En otras noticias, la legisladora Zahíra Valle anunció su renuncia a través de su portavoz Nicole Vargas. Esto luego de que una extraña afección que dificulta el uso de sus manos no le permitiera comunicarse y continuar su servicio. Según la parte de prensa la afección se refleja con picor y ardor que aumentan hasta sentir como si sus manos estuvieran en fuego. La legisladora también indicó que no continuará con sus aspiraciones a la gobernación.

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Jesse Avilés

De vez en cuando escribo historias cortas. Las historias bailan entre dos lenguas e imágenes capturadas por una cajita.